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jueves, 6 de octubre de 2011

Hoja de papel

No hubo nada más por hacer cuando el mortal tomó la mano de su destino y cruzó los senderos de la vida. El ritmo imbatible del curso de las cosas lo abatía por dentro y le hacía doler el pecho. Las lágrimas de nada servían porque se habían desvanecido para él. Llorar no era más que un desperdicio de tiempo y en ocasiones, el mayor de sus secretos.

En aquel punto de la historia su corazón era de piedra tallada y los acontecimientos, el cincel que daba forma y fuerza a su manera de ver y vivir las cosas. ¡Que simple sonaba aquella idea y que coraje le daba para seguir luchando!. La simplicidad en su más compleja expresión, la mundanidad en su versión más abstracta nutrían de sentido el todo que lo invadía y él invadía con su todo la nada que lo rodeaba. La luz: un gran amor, la virtud: la sonrisa para todos. Solía regalarla como medicina para curar males de toda naturaleza.

Las flores se dibujaban en su imaginación, colores y luego negra oscuridad. Los extremos lo hacían bacilar de modo tal que, el movimiento entre los polos, la fricción de su ser entre los ánimos, sacaban las chispas que lo mantenían vivo.

Una vez quiso aflojar, y luego otra vez y otra más. Pero el fracaso no estaba entre sus opciones, pues la vida misma era ya un gran fracaso para él. Prefirió escribir con pigmentos nutritivos, con su sangre espesa.

Al cambiar de forma logró adaptarse y al adaptarse consiguió sobrevivir. Las texturas, los sabores, los aromas montaron una pista de baile donde danzó sin parar, celebrando el milagro y el misterio.

lunes, 16 de mayo de 2011

El diario verde

“El amor constituye la única manera de aprehender a otro ser humano en lo más profundo de su personalidad. Nadie puede ser totalmente conocedor de la esencia de otro ser humano si no le ama. Por el acto espiritual del amor se es capaz de ver los trazos y rasgos esenciales en la persona amada; y lo que es más, ver también sus potencias: lo que todavía no se ha revelado, lo que ha de mostrarse. Todavía más, mediante su amor, la persona que ama posibilita al amado a que manifieste sus potencias. Al hacerle conciente de lo que puede ser y de lo que puede llegar a ser, logra que esas potencias se conviertan en realidad.” VIKTOR FRANKL
Antes de dejarme, el poema gritó: ¡Constancia! Entonces como suele suceder, la clave llegó a mí antes que yo a ella. Hagamos nuestra esta verdad. Te quiero y te amo.

domingo, 15 de mayo de 2011

Athan sentado afuera de su cabaña

Hoy día aprendí que no soy poeta, sino sólo un narrador de la realidad. Es cosa del lenguaje y del prisma. Me gusta pensarla y fragmentarla y tomar esos pedacitos, continuar dividiéndolos y reubicarlos en un mosaico de infinitos colores y texturas. Es mi vida y estoy parado frente a ella, operándola como desde un panel de control, activando botones y jalando perillas. Aprendí que sólo narro la realidad cuando leí a un verdadero poeta en el periódico, cantantes de emociones que me hacen reír de satisfacción con su precisión. Tengo deseos de mostrar a mis amigos ese poema que encontré, ese pedazo de verdad que grita desde el anonimato, un corazón en un mar de corazones. Lo mío es escuchar buena música y pensar después. Ya no estoy en mi habitación, estoy en mis recuerdos, en Antofagasta, en Salvador, en Quillota, en las nubes, en el llanto, en las risas y finalmente en la soledad.
Escribo escuchando una melodía y de ella obtengo el ánimo para decir, y es que esa extraña culpa por hacer nada!... Soy una sustancia que reacciona con la música y resulta en escritura, necesito ese canal que como una chispa de energía enciende mis órganos vivos que palpitaban por la inercia. Yo los pienso perdiéndose y acercándose a su inminente putrefacción y me intriga, pero todos ellos tienen sentido ahora; el estómago, los pulmones, el cerebro, el corazón y los intestinos. No me creerías el bienestar que produce escribir. Es un portal abierto todo el tiempo, una puerta a una pequeña habitación que luce tal como tú quieres y donde te sientes extremadamente cómodo porque eres tú ese lugar y es tu verdad esa palabra escrita en las paredes. Soy yo mi amigo y en él encuentro a esa persona que soy y la que debo ser. Es una fuente de energía para seguir viviendo y no claudicar en mis sueños de un mundo mejor porque estos pensamientos son el origen de un lugar mejor, sólo desde aquí podemos proyectar la vida tal como la queremos; dejando la desconfianza, la desesperanza, el miedo y la inseguridad. Todas esas cosas son una triste enfermedad de la que cuesta librarse, es como una peste transmitida a través del embarazo. Los bebés nacen contagiados a un mundo contagiado y se desarrollan, reproducen y mueren enfermos de todo y de nada en realidad. Algo parece perturbar a la gente, les molesta el sentido de sus vidas y a mí, su ceguera.

martes, 13 de julio de 2010

Sobre historia, censura y engaño

Con el gobierno de la elite siento que regreso en el tiempo hasta la sociedad tradicional y dictatorial; cuando los patrones del fundo tenían la jurisdicción en sus tierras y la familia y los criados debían ser cuidadosos con cada cosa que hacían que pudiera enojar al jefe. Es el gen que corre por la "sangre azul" el que repele la divergencia, pues ve en la diferencia una amenaza, se fija enemigos, se opone a las dinámicas de la sociedad popular. Que triste que coincida con las características del fascismo y del despotismo ilustrado.

Me quedaron grabadas en la mente las palabras del ministro del Interior Rodrigo Hinzpeter luego de un arresto masivo en un barrio de pubs y discotecas, en un programa de intervención a barrios críticos de la ciudad. Hinzpeter señaló que "era sólo el comienzo" y que "las cosas cambiarían con el objeto de recuperar espacios emblemáticos”. Se parece a la elite gobernante de inicios del siglo XX, que en vísperas del Centenario de la Independencia expropió barrios modestos y carnavales populares del centro de la ciudad para recuperar espacios de sociabilidad. De hecho, la gente se recreaba en estos lugares, pero no de un modo que agradara a la elite. Así se celebraron los cien años de la Independencia de Chile, con huelgas obreras, hambruna infantil, muerte por enfermedades, pobreza, desigualdad, segregación y matanza. Lea la historia de Chile.

En la misma línea, me resulta una gran ironía la batalla que el oficialismo le declaró a la delincuencia y al narcotráfico poniendo de manifiesto la excepcional capacidad de disociar la realidad y presentársela fragmentada a la gente, vale decir, engañar. ¿Por qué no agrega en sus expresiones matonescas que la necesidad de delinquir o ganarse la vida traficando drogas es provocada por la desigualdad? ¿Por qué no agrega que legalizando el consumo de la marihuana, tal como lo hicieron con los químicos sicotrópicos que llenan de dinero a los laboratorios farmacéuticos del mundo, se puede establecer un marco comercial regulado?


Y qué hay del episodio de censura al periódico La Nación, cuando no le fue permitido el ingreso a un evento del entonces candidato presidencial Sebastián Piñera a un periodista. La ambición por el poder y por el control implica inevitablemente una pugna entre la censura y la libertad de expresión, porque no se puede engañar si hay medios de comunicación dejando en evidencia la mentira.

No deberían sorprendernos las actitudes hostiles propias del que libra una batalla; del que quiere algo para su grupo de partidarios y no para todos, de quienes no construyen sociedad sobre el consenso. La ciudadanía debe agudizar sus sentidos y descubrir en cada acción la intención que subyace, asociar las conductas históricas que se repiten, contrarrestar el estudio y manipulación de nuestras mentes con inteligencia y por sobre todo valentía, porque cuando lo hagan serán reprimidos.

martes, 23 de marzo de 2010

Día de Junio

ELLA: --¿Por qué no dejas que tu corazón pueda ver lo que se siente amar? Dale el espacio para que sienta, no lo dejes encerrado sin demostrar todo lo que pasa en su interior… Lo más importante nunca se ve, siento que yo cometí el error de no ver lo que estaba pasándote y hoy tú también lo estás haciendo.

Ayúdame a creer que nuestro amor todavía no se acabará, que si es de verdad sirve para los dos… Déjame seguir creyendo que con mi amor puedo sanar tus heridas

Nadie cocinó tantas cosas para mí, nadie me vino a dejar a mi casa tantas veces, nadie me abrazó tantas noches…

“No debemos de pensar que ahora es diferente, mil momentos como este quedan en mi mente, no se piensa en el verano cuando cae la nieve… deja que pase un momento y volveremos a querernos. Jamás la lógica del mundo nos ha dirigido, ni el mañana tan incierto nos ha preocupado. Una vez los dos pensamos: hay que separarse, mas deshicimos las maletas antes de emprender el viaje. Tú no podrás faltarme cuando falte todo a mi alrededor. Tú: aire que respiro en aquel paisaje donde vivo yo. Tú me das la fuerza que se necesita para no marcharse, tú me das amor. Esa decisión absurda de dejarlo todo, hemos de considerarla y empezar de nuevo, al amor abandonarse sin pensar en nada, pues estábamos perdidos… volvamos a encontrarnos."

EL: --Suelen haber noches en las que escribo un par de palabras que luego olvido o un cuento que después subo a Internet sin que alguien excepto tú lo sepa. A veces escribo con la luz de una vela y esforzando la vista, pero es que un sentimiento tenebroso me hace no querer ver más que ese pedazo de papel y el carbón gastándose contra él.

Escribir es una especie de trance, donde habla mi espíritu. Me cuenta una historia. Se habla y se corrige y se ríe y se conmueve. Para escribir, recorro mi mente y miles de momentos se fusionan para crear, para volar. Tú lo sabes, tienes tu propio estado y estoy seguro de que, lo que sientes cuando escribes no es muy distinto de lo que siento yo. La locura, la pasión, como lo sería la última palabra que dijera a quien más amo, antes de respirar por última vez. Y no sería resistir mi afán, sino entregar mi última energía para dar vida a una emoción. Y es que la fuerza de sentir es más grande que un cuerpo o una historia, es la energía perpetuada en unas palabras. Es lo tuyo y lo mío y lo de tantos anónimos, es el hogar de tantos corazones. Es tu mirada y la mía fijadas una en la otra y nada más. No puede ser menos que la voz de mi corazón después de leerte. Y lo he descrito como quisiera que lo sintieras y como yo lo sentí. La autenticidad y tus palabras que me duelen, pero eso es perfecto.



viernes, 20 de noviembre de 2009

Catorce Días

Hola amigo, hoy he recibido tu carta. Supongo que esperabas que la recibiera el día de mi cumpleaños, pero no. De todas maneras, fue mejor porque cuando pensé que se habían acabado las sorpresas, se deslizó por debajo de mi puerta.
Ayer me acordé de ti cuando te vi en la foto que tengo pegada en el muro de mi habitación, ¡Que bien la pasamos en aquel cumpleaños!. La distancia congeló nuestra relación, hizo que los momentos para alimentarla sean muy pocos. Pero bueno, la he llamado una adaptación escéptica de la tragedia griega; es la lucha contra el destino que nos construimos día a día; lo negativo de lo positivo que es tener la suerte de existir, de estar acá y no en la memoria de otros. Aunque a veces creo que volver al mundo de las ideas es más para mi. Bueno, ahora déjame contarte una historia...

Jugando fútbol me torcí el pie derecho y el doctor lo inmovilizó con yeso. Me fijaron el pie un día de semana, a media tarde y esta ciudad se ahogaba en el calor. ¡Ese episodio estuvo terrible! El sol me pegó en el rostro durante todo el trayecto desde el edificio al metro, donde además tuve que saltar sobre el pie izquierdo hasta que secara el material. Aunque, mi novia me trajo un bastón que le quitó a su abuela para ayudarme a caminar. Además, la mano sabe que es una mano y parece no agradarle actuar como una pierna; se me hinchó apenas empecé y dolió todo el tiempo como señal de protesta.
Interactuar con la gente en esa condición fue lo más interesante y curioso. Yo trataba de avanzar con ellos en la calle para no entorpecer el camino y al final me veía ridículo esforzándome por resistir a mi situación.
De cierto modo, la conducta de la gente cambió la mía; en los trenes, la gente me cedía los asientos y era cuidadosa, procuraban no empujarme y se asustaban cuando pateaban el bastón. Como si yo lo sintiera y me doliera, me miraban a los ojos esperando mi reacción, yo me aguantaba las ganas de reír para seguirles el juego.
Entonces, acepté mi suerte y actué más relajado, me desplazaba lento y seguro pensando: “¡Abran paso, hombre con la pierna enyesada! ¡Cuidado con mi bastón porque lo siento como si fuese mi pierna!”. En todo caso, siempre preferí quedarme de pie, aunque me sentía mal por rechazar un asiento, todos se abren para que uno pase, ponen la cara del Papa cuando lava los pies a los mendigos. Yo respondía cortés y no le daba mayor importancia para que no se frustraran tanto. La última semana descubrí que con los audífonos puestos podía fingir que no los escuchaba y de hecho, mis audífonos no funcionaban. Yo veía cuando tímidamente me hacían una seña o me llamaban una vez y como yo no miraba, no querían más la atención de la otra gente y se hacían los desentendidos. De esa manera, nos ahorrábamos todos una situación más larga.
Otra cosa divertida fue la atención que captaba, los niños te miran como si no fueras humano. Su expresión es una combinación de miedo, con asombro y con esa ingenuidad del niño que mira sin disimular.
Durante todo ese tiempo, en la estación donde vivo un guardia abría una puerta especial para mi salida. Yo la cruzaba confiado, al ritmo de mi cojera extraña y le gritaba luego de pasar: “¡Gracias maestro!”.
Aquí en mi casa, dejaba el bastón y caminaba retumbando el departamento con mi pie de piedra. Mi novia se tomó la licencia conmigo; no iba a sus clases para venir a cuidarme y hacerme comida. Yo, en una suerte de estado vegetal, esperaba su llegada como la de una enfermera, le indicaba lo que había que cocinar pero, no podía evitar ir hasta la cocina a molestarla y dar órdenes como un anciano amargado; ella entendía que yo estaba un poco estresado por lo de mi pierna.
Esta experiencia estuvo marcada por mi cumpleaños. Mis limitaciones me desanimaron y no quería celebrar. Pero, eso no quiere decir que la gente que te quiere no lo hará.
Un viejo amigo viajó y pasó el fin de semana conmigo. Mi novia nunca siquiera consideró el hecho de no estar conmigo y mi compañera de departamento también se unió. La medianoche de mi cumpleaños estuve con ellos.
Al día siguiente, mi hermana y su novio que es un muy buen amigo mío llegaron temprano. Luego mi papá y su novia y entonces otra jornada donde fui el centro de atención. Para nada me molestaba su presencia, al contrario, traté de mirarlos para que percibieran mi alegría por su visita. A mi madre la podría ver cuando me recuperara y pudiera viajar. Pero, tú la concoces, ella sabe la manera de hacerme sentir que está siempre a mi lado.
Luego de eso, la última semana pasó volando. Yo dominaba la técnica del uso del bastón y bajaba escaleras a la velocidad del rayo, saltando peldaños y deslizándome por las barandas, aunque a veces mi novia se asustaba y entonces yo bajaba más lento. La gente se asombraba de mi agilidad, sobretodo en la avenida donde vivo; durante la luz verde yo cruzaba velozmente para que no me atropellaran y los conductores tocaban la bocina en señal de apoyo cuando yo estaba enfrente de sus autos. Fui un par de veces a la universidad, pero más que andar discapacitado, me cansaba responder tantas veces el motivo de mi bota de yeso y de los chistes , porque a mí no me causaban ninguna gracia.
Ya se cumplió el plazo. Me quitan mi yeso y mi pie debería estar bien. Mi reflexión fue acerca de sentirme tan distinto; te sientes aceptado en la medida en que primero te aceptas tú mismo. Luego, te darás cuenta de que el mundo simplemente no estaba preparado para alguien como tú. Y eso no es malo, es mágico. Fue una buena experiencia.


En fin, la vida sigue siendo lo mismo, no así mi identidad. Ustedes eran mis espejos y acá son otros los reflejos que veo, y tú, ¿cómo te sientes?
Te quiero

Corazón de Palo

Otro día de escuela terminó y Pinocho camina por el borde del camino. Se hace a un lado cuando advierte un vehículo. No levanta la cabeza porque el sol encandila el horizonte. Con el ceño arrugado se va mirando la punta de sus zapatos rotos y sucios con polvo de tierra. Piensa en su día, en la niña que le gusta y la fatiga no lo deja pensar más. Camina letárgico, lleva los labios secos y la frente transpirada.
La ruta termina en casa, se para frente a su puerta y limpia las llaves de las pelusas de su bolsillo, mete la llave, levanta y empuja. Adentro el aire estaba más frío; el olor a tierra y a colillas de cigarro.
-Se perdió de nuevo- dijo Pinocho mirando la foto de su superhéroe Pepe Grillo.
La imagen de Pepe Grillo observaba todo, vigilaba y acompañaba a Pinocho en su silencio con una sonrisa imbatible y con energía en la mirada. Vio a Pinocho recostarse en la cama y descansar un momento hasta que el hambre lo venció. Él sabía que muchas veces el niño sentía hambre pero no tenía deseos de buscarse algo para comer, tenía un dolor recurrente en el corazón, una sensación de vacío que como un hoyo negro en el espacio, se lo comía por dentro.

Pinocho se cambió de ropa y salió de casa buscando qué hacer, quería sentir la luz del sol abrazándolo con su calor, el viento acariciándole o algún sonido de la naturaleza. Llegando a la esquina de su calle un almacén adorna la vista, Pinocho entró pensando en esas ricas galletas de vainilla que come sentado al borde de la calle mirando la gente pasar.
-A tu papá lo llevaron los carabineros de nuevo- expresó con un rostro serio y temerario la dueña y antes que terminara su línea Pinocho se volteó y caminó a casa. Entró apurado a su pieza
–Está en la comisaría, hay que ir a buscarlo. La señora de la tienda lo vio- informó a Pepe Grillo con preocupación mientras lo sacaba de la pared. Tomó unos documentos que necesitaría y se puso a correr.

La comisaría estaba tranquila; aire fresco y el piso limpio. Muy débilmente sonaba un radio que pedía carros e indicaba proceder con extrema precaución. Un hombre esperaba ser atendido en constancias. La puerta principal fue atravesada por el muchacho que buscaba con decisión las señalizaciones. Caminó dos pasos al frente y luego los retrocedió, se inclinó a un lado, luego al otro y mejor buscó un oficial. El niño saludó con la mirada y habló claro
– Mi papá-, tomó aire, -lo trajeron para acá, él está enfermo, tengo sus documentos-.

El procedimiento se realizó en orden. Con calma los oficiales disimularon la sorprendente situación.
– Lo encontramos ayer, en el centro, estaba perdido, no sabía su nombre ni donde vivía- le indicó con el lenguaje forzosamente estricto de la policía.
Pinocho replicó con desgano – es enfermo, se pierde, se olvida de todo, vivo sólo con él-
El silencio
quedó suspendido en el aire y Pinocho mantuvo su cara de indiferencia. La escena fue descongelada con la aparición del padre guiado por el oficial que leyendo los documentos dijo
–Don Geppetto, su hijo lo vino a buscar, firme aquí y aquí.-

Por un momento, Pinocho miró a los ojos de su padre, con cansancio y costumbre lo tomó del brazo y se despidió de los oficiales.
La tarea de un superhéroe no tiene tregua. No hay lugar para la angustia, para el miedo, para el hambre o para el frío. Geppetto es todo lo que tenemos pensó Pinocho mirando la imagen de Pepe Grillo.